Carta de las responsabilidades humanas
Seis "tesis" que sustentan la Carta
1. Frente a una situación radicalmente nueva
de la humanidad, se hace necesario un tercer pilar común
a todas las sociedades y todos los medios, como complemento a los
dos pilares existentes sobre los que se basa la vida internacional
: la Declaración de los Derechos Humanos y la Carta de las
Naciones Unidas.
2. Los mismos principios éticos pueden aplicarse
a nivel personal y a nivel colectivo, guiando las conductas individuales
y fundando al mismo tiempo el Derecho.
3. La noción de responsabilidad, indisociable
de la interacción humana, constituye un principio universal,
siendo la base ética común de la Carta de las responsabilidades
humanas.
4. En razón del impacto de las actividades
humanas y de la interdependencia entre las sociedades, es necesaria
una definición ampliada de la responsabilidad. Dicha definición
incluye tres dimensiones : asumir las consecuencias directas e indirectas
de nuestros actos; unirse para salir de la impotencia; reconocer
que nuestra responsabilidad es proporcional al saber y al poder
que cada uno tenga.
5. La Carta de las Responsabilidades humanas no
impone preceptos; propone prioridades e invita a elegir.
6. Se invita a cada medio social y profesional
a elaborar, sobre la base de la Carta de las Responsabilidades humanas,
común a todos, las reglas de su propia responsabilidad. Dichas
reglas constituirían el fundamento del contrato que lo vincula
con el resto de la sociedad.
Preámbulo
Nunca antes los seres humanos habían tenido
un impacto tan profundo en la vida social, política, económica
y cultural de sus prójimos. Nunca antes habían adquirido
tantos conocimientos ni tanto poder para modificar el entorno natural.
A pesar de las inmensas posibilidades que se abren
gracias a estas interrelaciones, cada vez más NÚMEROSas,
y de la nueva fuerza que ha adquirido la humanidad, en muchos ámbitos
surgen crisis sin precedentes. El aumento
de las disparidades económicas dentro de las naciones y entre
sí, la concentración del poder económico y
político en un número cada vez más restringido
de manos, las amenazas contra la diversidad de culturas o la sobreexplotación
de los recursos naturales, por ejemplo, crean disturbios y conflictos
en el mundo entero y dan origen a grandes inquietudes sobre el porvenir
de nuestro planeta: nos encontramos en una encrucijada de la historia
de la humanidad. Ahora bien, las instituciones
sociales, que deberían permitir enfrentarse a estos retos,
funcionan de manera cada vez menos eficaz. El poder invasor de los
mercados internacionales debilita el papel tradicional de los estados.
Las instituciones científicas, al intentar satisfacer los
intereses restringidos de su especialidad, dejan de lado cada vez
más el análisis y la toma en consideración
de los problemas globales y la interacción de los mismos
a los que se enfrenta la humanidad. Las instituciones económicas
internacionales no han conseguido invertir el curso ascendente de
las desigualdades. La búsqueda de beneficio por parte de
las empresas a menudo ha tenido lugar en detrimento de los intereses
sociales y medioambientales. Las instituciones religiosas no han
desempeñado en suficiente medida el papel que les corresponde
a la hora de aportar respuestas a los nuevos retos a los cuales
se enfrentan nuestras sociedades. En este
contexto, a cada uno de nosotros nos corresponde asumir nuestras
responsabilidades, tanto a nivel individual como colectivo.
La presente Carta define la naturaleza de estas
responsabilidades y la manera en que las mismas pueden ejercerse.
Dicha carta constituye un nuevo paso hacia la construcción
de una gobernanza mundial democrática basada en las responsabilidades
humanas, así como de un marco jurídico en el que se
ejerzan estas responsabilidades.
Naturaleza de las responsabilidades
La interdependencia creciente entre las personas,
entre las sociedades, y entre los seres humanos y la naturaleza
refuerza los efectos del comportamiento de las personas y de los
grupos humanos sobre el entorno social y natural, ya sea próximo
o lejano.
En esta situación, se abren ante cada uno
de nosotros posibilidades nuevas de desempeñar un papel en
los nuevos retos a los que se enfrenta la humanidad: todo ser humano
tiene la capacidad de asumir responsabilidades; incluso cuando se
sienten impotentes, a las personas les queda la posibilidad de aliarse
con otras para crear una fuerza colectiva.
Mientras que todos los seres humanos pueden aspirar
a los derechos humanos siguiendo un principio de igualdad, sus responsabilidades
son proporcionales a las posibilidades de que disponen. Cuanto mayores
son la libertad, el acceso a la información, los conocimientos,
la riqueza y el poder de que dispone una persona, mayor es su capacidad
para ejercer responsabilidades y la obligación de responder
por sus actos.
Las responsabilidades se aplican no sólo
a las acciones presentes y futuras, sino también a las acciones
pasadas. Los daños pasados causados de manera colectiva deben
ser asumidos moralmente por la colectividad en cuestión,
y reparados de manera concreta hasta donde sea posible.
En la medida en que solamente conocemos parcialmente
las consecuencias de nuestros actos ahora y en el futuro, nuestra
responsabilidad exige, asimismo, actuar con una gran humildad, y
dar muestras de precaución.
Ejercicio de las responsabilidades
A través de la historia de la humanidad,
la sabiduría tradicional, ya sea de origen religioso o no,
ha enseñado valores destinados a guiar el comportamiento
humano hacia una actitud responsable y, para ello, se ha basado
en una idea que sigue siendo de actualidad: la transformación
de la sociedad no es posible sin la transformación del individuo.
Estos valores engloban el respeto de toda forma
de vida y el derecho a una vida digna, la preferencia por el diálogo
más que por la violencia, la compasión y la atención
a los demás, la solidaridad y la hospitalidad, la veracidad
y la sinceridad, la paz y la armonía, la justicia y la equidad,
la preferencia por el bien común antes que por el interés
particular.
Sin embargo, a veces sucede que estos valores se
deben sopesar entre sí cuando un individuo o una sociedad
se ven confrontados a dilemas como la necesidad de favorecer el
desarrollo económico a la vez que se procura proteger el
medio ambiente y respetar los derechos humanos.
En tales casos, la responsabilidad humana implica
que ninguno de estos imperativos se sacrifique con respecto a los
otros. De hecho, sería inútil creer que los problemas
de injusticia económica, de no respeto de los derechos humanos
y de medio ambiente podrían resolverse de manera duradera
sin tener en cuenta cada uno de ellos. Todos los pueblos deben darse
cuenta de esta interdependencia; e incluso si sus prioridades varían
según su propia historia y el contexto actual, dichas prioridades
no justifican la indiferencia con respecto a los otros factores
en juego.
Esta es la filosofía según la cual
se han concebido los PRINCIPIOS que deben guiar el ejercicio de
las responsabilidades humanas.
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