Varios
artículos redactados después del Foro de Porto Alegre
2003 ya están disponibles. Deseamos con esto ilustrar la diversidad
de las contribuciones de los aliados en este evento.
También
están a su disposición las notas de presentación
de las cuatro mesas de diálogo y controversia, que fueron una
de las innovaciones de esta última edición del FSM.
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¿Qué
tipo de globalización y cómo debe gobernarse el mundo?
Nota de presentación de la problemática
La globalización dominante – por
la lógica economicofinanceira que la promueve, por la concentración
de poder político y militar que presupone y por el proyecto
societal de mercantilización y homogeneización cultural
que implica – se enfrenta hoy a un movimiento de resistencia,
cuestionamiento y búsqueda de alternativas por parte de la
emergente sociedad civil planetaria.
Esta es una cuestión emblemática
para el Foro Social Mundial que, al fin y al cabo, pudo hacerse
viable y se está expandiendo en virtud de la adhesión
de muy diversos actores sociales de todo el mundo que creen que
“otro mundo es posible”. El Foro Social Mundial forma
parte de un movimiento que, a su manera, también es global.
Pero, ¿se trata de generar otras globalizaciones o de desglobalizar?
¿Qué orden mundial se necesita para hacer frente a
la exclusión, la desigualdad social y la destrucción
ambiental y para llegar a un desarrollo humano sostnible y democrático?
Una globalización solidaria y democrática...¿es
necesaria, es posible?
Para el pensamiento único del neoliberalismo,
la globalización economicofinanciera en curso no presenta
otra alternativa más que sí misma. El fundamentalismo
de mercado que la inspira alimenta otras formas de fundamentalismo
e intolerancia, tambiém amenazadoras. La negación
del carácter inevitable de dicha globalización y de
las respuestas fundamentalistas da origen al movimiento que se basa
en la fuerza motriz de la participación ciudadana, capaz
de moldear el poder político y la economía de las
sociedades concretas, base para otra globalización y para
otro mundo. Tanto por su tamaño y fuerza como por las contradicciones
en las que está sumergido el orden mundial, el movimiento
que se expande en la sociedad civil ya no puede ser ignorado. Sin
embargo, como la globalización dominante se basa en una lógica
esencialmente antidemocrática, de supremacía del mercado
y de los intereses económicos por sobre los derechos, la
cuestión no radica simplemente en democratizar la globalización,
sino en plantearse asimismo la posibilidad de construir la ciudadanía
y la democracia global como alternativas y reflexionar sobre la
manera de llevar esto a cabo.
La crisis económica y política
actual pone de manifiesto los límites intrínsecos
del sistema multilateral existente, con creciente unilateralismo
y prácticas imperialistas de la nación hegemónica.
Nos encontramos aquí frente a la cuestión
crítica de la inconstitucionalidad y de la regulación
de los procesos políticos a nivel global.. Un punto central
con respecto a esto es la dialéctica de las relaciones entre
el poder global, la multipolaridad y los Estados nacionales como
condición para la democracia participativa, con promoción
de la libertad y la dignidad humanas para todos los habitantes del
planeta, y según sus identidades, necesidades y deseos. La
democracia implica, necesariamente, quebrar una lógica centralizadora
de poder, cualquiera que sea, en favor de soluciones más
apropiadas para la diversidad de posibilidades y situaciones de
los distintos pueblos. Pero, al mismo tiempo, es necesario establecer
un pacto democrático global, como condición para la
preservación de dicho orden. Así pues, por más
localizado que sea el proceso de reinvención democrática,
siempre traerá aparejada una dimensión universal que
implica un orden global adecuado.
En la práctica, estamos frente a un (des)orden
mundial creciente, que limita el pacto democrático para reinventar
la globalización. El ciclo de las grandes conferencias de
la ONU fue incapaz de crear una nueva institucionalidad y dinámica
en las relaciones internacionales. Su fracaso puso de manifiesto,
además, los límites de la misma ONU en tanto organismo
multilateral y base de la gobernanza global. Dentro del conjunto,
se impne el unilateralismo imperial de la nación hegemónica,
que alimenta una lógica de terror y guerra con su creciente
llamado a la militarización. ¿Qué hacer para
invertir este cuadro amenazador?
El problema central de la ONU, desde un punto de
vista democrático, es doble : pérdida gradual de legitimidad
y pérdida de poder en la regulación de cuestiones
mundiales. La Asqmblea General está compuesta por Estados,
representados por gobiernos y no por los pueblos. Ni siquiera los
parlamentos, instituciones más genuinamente representativas
de los pueblos, tienen su lugar en la ONU. El Consejo de Seguridad
tiene más poder que la Asamblea General y depende del poder
de veto de 5 miembros. La OMC y las Instituciones de Bretton Woods
no están efectivamente subordinadas a la ONU y tienen, por
el contrario, más poder que ella. Instancias internacionales
totalmente ajenas a la ONU y en nada democráticas - como
el G-8 – tienen capacidad para influir en la globalización
más que la ONU. Los Estados Unidos adoptan una estrategia
unilateral que pone en tela de juicio la posibilidad misma de un
poder mundial democrático.
¿Cómo refundar y revitalizar la ONU
esencialmente democrática que el mundo necesita? ¿Puede
abolirse el poder de veto? ¿Cómo hacer para que el
Consejo de Seguridad quede subordinado a la Asamblea General? Asimismo,
es necesario encontrar la manera de que la Asamblea General tenga
un poder efectivo sobre la OMC y las Instituciones de Bretton Woods.
La estrategia para que la ONU se torne la expresión de un
pacto democrático global, necesario para la globalización
solidaria, no parece ser la del “Global Compact”. ¿Es
viable un Parlamento Mundial? ¿Es posible y adecuado hacer
que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, acompañada
por la Convención de los Derechos Económicos, Sociales
y Culturales y por todos los nuevos derechos Ambientales, se torne
el estatuto de base de la Constitución Mundial por una globalización
solidaria y democrática? ¿Qué alternativas
existen para reformar la ONU en este sentido?
Para que otra globalización exista es
indispensable una reforma radical de la OMC, del BM y del FMI
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
son instituciones públicas globales intrínsecamente
antidemocráticas. El poder está determinado por el
monto de capital de los países miembros, y se concentra en
manos de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón.
En la práctica, funcionan como extensiones del Departamento
del Tesoro del Gobierno de los EEUU. En estas instituciones se forjaron
las políticas del “Consenso de Washington”, como
la versión de políticas para los países del
Tercer Mundo dentro del contexto de la globalización. Al
imponer dichas políticas a los países presos de la
lógica perversa de la deuda externa y la especulación
financiera, se operó una transferencia real del poder de
formular políticas macroeconómicas, de los gobiernos
nacionales hacia dichas instancias multilaterales.
La OMC está compuesta por Estados miembros,
representados por sus respectivos gobiernos, en igualdad formal
de voto. En la práctica, la OMC funciona como un espacio
de más compra-venta que de consenso y concertación,
prevaleciendo los intereses de las economías y de los gobiernos
dominantes. Es la más reciente y poderosa institución
multilateral en la promoción de la globalización y
es ella quien da fundamento a la globalización desde la perspectiva
de la supremacía del derecho comercial y de la mercantilización
de todas las relaciones.
La OMC, el FMI y el BM socavan el sistema ONU,
cuya reforma depende de un nuevo consenso mundial donde el derecho
al comercio y el derecho del capital no pueden estar por encima
de los Derechos Humanos y de los Pueblos. En realidad, estas instituciones
no tienen la más mínima legitimidad frente a los movimientos
y organizaciones que claman por “otro mundo”. Precisamente,
estos movimientos de la sociedad civil son los que ponen en evidencia
y cuestionan a las instituciones. Para que una gobernanza democrática
mundial sea factible, ¿cómo refundar esas instituciones?
¿Por dónde avanzar para que esto esté presente
en la agenda global y para que los necesarios cambios sean posibles?
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