Habiéndo llegado el día antes a Nueva York procedientes de Barcelona y Bangalore, Pradeep, corresponsal para el Sur de la India, y yo discutíamos del próximo número de Caravana, cuando llegó Alexandra. Intercambiamos ideas e impresiones esperando encontrar así el hilo que nos proporcionaría la coherencia para el número en cuestión. Hablábamos desordenadamente del próximo tema relativo a la gobernanza global que habíamos elegido, del Foro del Milenio al que debíamos asistir al día siguiente en la sala de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de la fascinación ejercida por esta ciudad sobre la población del mundo entero y de su increíble cosmopolitismo, de la modernidad que ella ha glorificado durante el siglo XX y que continúa promoviendo para lo mejor y lo peor...

Fue Alexandra la que nos dió la clave. No hacía ni cinco minutos que había llegado y ya nos proponía su idea para ilustrar la próxima portada. Su lenguaje artístico operaba la síntesis que estábamos buscando entre estos distintos análisis y miradas que debían encontrarse en el próximo número.

Proponía una serie de retratos de mujeres y hombres viviendo en Nueva York, con quienes mantendría un intercambio entorno al desafío del multiculturalismo en el siglo XXI. Mostraría una imagen de un mundo plural, eligiendo en esta ciudad rostros proviniendo de distintas comunidades.

De esta manera, lejos de las conferencias internacionales y de los discursos retóricos sobre las ventajas o inconvenientes de la mundialización, a través de la vida de la gente trataríamos el tema de el necesario entendimiento entre los pueblos. El conjunto mostraría como se lleva a cabo en la coexistencia cotidiana, gracias a una alquimia complicada, la unidad en la diversidad.

Nadie estaba mejor situada que Alexandra para conseguirlo. Nacida en Nueva York, donde ha vivido toda su vida en un ambiente familiar artístico, ha sido impelida a explorar la riqueza cultural y la diversidad de esta ciudad. Diplomada en antropología cultural, desde siempre ha integrado el arte en su recorrido. Actualmente trabaja en el campo de la educación artística.

PhG.

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Nueva York está dentro de mí
Posee algo de todo cuanto conozco
Una rabiosa mezcla de lo bueno y de lo malo
Un fuego que mece lo oscuro hacia la luz

Una audaz corriente de peligro, excitación, pasión y calma enroscada al unísono en un nudoso todo en el que nada se ajusta de forma apta

Es el murmullo de la dilación que avanza sobre el asfalto Una opulencia de corazones, colores y culturas Que bate al ritmo de la calle Cobijado entre soberbios edificios Inspirado por el estrépito del metro Reconfortado por la verbosidad que asciende de bares y fondas, salones y cruces Apaciguado por una bolsa de papel con solera Un globo amarillo que asciende hacia las nubes Inspirado por la lozanía de las rosas a lo largo de una pared enladrillada

Desdeñada por ancianos que juegan a cartas sobre ardientes escalinatas Que se curten con la indolencia de la mañana Que miran el triste juego de los niños en balancines Que lanzan con una patada sus sueños hacia el cielo.

Bajo el continuo armazón de textura y forma La ciudad se agita y cabalga a través de las vidas que ella crea Oscuridad que eleva sombras desde la luz Luz que cierne oscuridad en sus ondas.

Nueva York me ofrece todas las posibilidades Los esfuerzos para ascender y los tropiezos que cambian mi rumbo Un lugar para crecer en lo más profundo de mí Abrazando al mundo para encontrarme a mí misma.

Alexandra Leff, agosto 2000

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