Número 6 | Agosto 2000 | ||
Sumario
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l'Alianza en movimiento La impotencia para repensar los fundamentos del neoliberalismo bajo el cielo de la Onu Organizado por un colectivo de organizaciones no gubernamentales (ONG) a propuesta del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, con el fin de reunir las reflexiones de las ONG y los miembros de la sociedad civil sobre los grandes desafíos actuales y sobre la misión que debe llevar a cabo la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en este inicio del siglo XXI, el Foro del Milenio reunió a 1350 personas entre las más comprometidas y concienciadas de un centenar de países. No obstante, esta «gran misa» de la sociedad civil internacional que por primera vez se reunía en la sala de la Asamblea General de la ONU, no tuvo el impacto que habría cabido esperar. El acontecimiento no tuvo ninguna repercusión en los medios de comunicación durante su celebración y la declaración final se limita a alentar el respeto de los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la democratización de las instituciones internacionales y la transferencia de «beneficios» de la globalización a todas y todos... Diversos factores pueden explicar el limitado alcance de este foro y la decepción que algunos de nosotros, que estuvimos presentes como observadores para Caravana y la Alianza, experimentamos al final de los trabajos. Hay de entrada un escepticismo persistente en lo que refiere a la verdadera voluntad de la ONU de asociar realmente la sociedad civil a su misión, teniendo en cuenta la ausencia de medios importantes dedicados a este objetivo y de una escucha atenta. También hay dudas fundamentadas sobre la representatividad real del foro, a pesar de su enunciado que retomaba las palabras de la carta de la ONU («Nosotros, Pueblos...»), por la ausencia de una lista de participantes que habría puesto en evidencia una sobrerepresentación norteamericana y la muy escasa presencia de representantes de los movimientos sociales, de las comunidades indígenas, de los sindicatos de trabajadores, agricultores o pescadores, etc. También es preciso señalar que las deliberaciones se desarrollaron exclusivamente en inglés (con excepción de las sesiones plenarias que fueron traducidas al francés, castellano y japonés, pero en ningún caso al árabe, al ruso o al chino), y con un ritmo desenfrenado, impuesto para llegar a consensos, con el consiguiente riesgo de disminuir la diversidad de puntos de vista y la fuerza de los contenidos. Finalmente existe sobretodo la impresión que este foro no ha ido realmente más allá que todos los demás encuentros del mismo tipo que se desarrollaron durante los años 90, mostrándose impotente para reformular en términos novedosos la crisis que vivimos y enviar a los gobiernos y a las diversas instituciones un fuerte aviso de que los pueblos retoman en su mano su destino. Particularmente, este foro no ha permitido cuestionar los fundamentos del neo-liberalismo, de dar cuerpo a esta «voluntad de vivir de otra manera» que se extiende en las poblaciones, de valorizar las múltiples formas alternativas de organización de la vida material, limitándose a reivindicar la imposición de límites para contrarrestar los efectos destructores del modo de pensar y actuar capitalista, desde una posición claramente defensiva, según nos dice Claire Sabourin (Québec). Podemos sentirnos satisfechos de «sentirnos obligados a reivindicar el derecho de vivir»? La pregunta simple y brutal es la adecuada y es la que nos interpela profundamente. «¿Que es lo que permitirá transformar la espantosa realidad del poder económico y financiero concentrado cada vez en menos manos con todos los efectos perversos que conocemos?». De entrada y ante todo, un trabajo a nivel interior, responde Edith Sizoo (Pays Bas) en un texto agudo e inspirado sobre esta semana neoyorquina. Ph.G |