Varios
artículos redactados después del Foro de Porto Alegre
2003 ya están disponibles. Deseamos con esto ilustrar la diversidad
de las contribuciones de los aliados en este evento.
También
están a su disposición las notas de presentación
de las cuatro mesas de diálogo y controversia, que fueron una
de las innovaciones de esta última edición del FSM.
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Estamos
frente a una gran crisis económicofinanciera: ¿en
qué consiste esta crisis?
¿Qué alternativas existen?
Nota de presentación de la problemática
Los escándalos y la crisis que rodean
a las grandes corporaciones y al sistema financiero mundial son
indicios de los límites intrínsecos de la economía
globalizada montada a su servicio.
Desde finales de la década del ‘70
se definieron estrategias y se implementaron políticas con
el objeto de recomponer la hegemonía capitalista. Con el
libre mercado por estandarte, la búsqueda de la productividad
por sobre todas las cosas y la competencia sin límites, se
sentaron las bases de un sistema cuyo centro son las grandes corporaciones
económicofinancieras privadas, operándose así
una gigantesca concentración de riquezas y de poder a escala
global. Dentro de esa perspectiva, la liberalización, la
privatización y la reducción del papel de los Estados
en la regulación de la economía se tornaron dogmas.
Como resultado de este proceso, la salud económica de las
empresas, de las economías de los países y de sus
gobiernos pasaron a ser evaluados en el mercado de capitales, siguiendo
las normas y reglas de los especuladores, legitimadas únicamente
por la búsqueda del lucro máximo. El mundo, privatizado
y manejado como un gran negocio, se convirtió en una suerte
de casino global. Y tal como suele ocurrir con los casinos, ahora
está quebrando. Balances ficticios, falencias espectaculares,
brusca caída del valor de las empresas... la exuberancia
y la fragilidad de este capitalismo globalizado parecen formar parte
de su naturaleza misma. ¿Qué crisis es esta? ¿Cuáles
son sus causas profundas?
Las crisis forman parte de la manera de ser del
sistema capitalista. Lo novedoso, en la crisis actual, es el hecho
de que la crisis abarque simultáneamente a todo el mundo.
Y, además de ser global, la crisis actual tiene por cuestión
central su proyecto mismo, el poder, las políticas, los procesos
y las estructuras de la globalización neoliberal promovida
a sangre y fuego. Nadie es ajeno a la crisis. Ningún pueblo,
ninguna nación, ninguna sociedad o Estado puede ubicarse
al margen, a pesar de la enorme diversidad de situaciones. ¿Cómo
enfrentar la crisis actual? ¿Qué control puede ejercerse
sobre las grandes corporaciones? ¿Cómo “liberar”
a las economías de la lógica especulativa y destructiva
del sistema financiero mundial?
Un tema de fondo, agravado por la crisis actual,
es la hegemonía de la economía sobre la sociedad
Vivimos en un mundo invertido. En lugar de que
la economía esté al servicio de la sociedad, ésta
última se ve subyugada por la primera. El divorcio es tan
radical que nunca, en la historia de la humanidad, se produjo tanto
y con tanta productividad, pero de manera totalmente disociada de
las necesidades humanas. La máxima expresión de la
globalización capitalista en curso consiste en acumular sin
producir nada, especulando simplemente sobre la salud económica
de sectores y pueblos enteros. Nada más absurdo que ver las
acciones de un conglomerado multinacional crecer en las bolsas de
valores del mundo por el simple anuncio de una reestructuración
de sus negocios, con despidos en masa de sus trabajadores. Sin mencionar
los cinturones de paraísos fiscales que rodean a los principales
centros económicofinancieros mundiales, donde se lava el
dinero sucio de esta economía de un único derecho:
el derecho de quienes detienen el capital. Desde un punto de vista
social, la crisis de las relaciones de trabajo de esta economía,
con exclusión económica masiva y de dimensiones planetarias
- desempleo, trabajo precario, migraciones, etc. – constituye
un indicio de los límites intrínsecos de la globalización
capitalista.
Estamos frente a una encrucijada de civilización
y no sólo frente a un problema económico. Por primera
vez, la humanidad no se enfrenta a un problema de escasez para satisfacer
las necesidades y derechos de todas las personas, sino a un problema
vinculado al modo de producción y distribución de
la abundancia. Es decir, la desigualdad social, expresada como desigualdad
económica en el acceso y uso de los recursos naturales y
de los bienes y servicios producidos es, en realidad, un problema
de desigualdad de poder económico. No faltan recursos. Por
el contrario, lo que se pone en tela de juicio es el modo de gestión
que surge de ese poder desigual, llevando a una vergonzosa concentración
económica a escala global. La pobreza que tenemos en el mundo
no es producto de la escasez, sino de la injusticia económica
intrínseca del sistema. Nuestro problema económico
central es combatir la desigualdad, poniendo de manifiesto la dimensión
de poder que interviene en las relaciones que alimentan esta economía
mundial. Nos enfrentamos a múltiples y articuladas desigualdades
sociales –entre clases, de género, étnico-raciales,
entre países, etc.-. ¿Qué economía construir
para servir a la sociedad?
El sistema económico mundial es, social
y ecológicamente, insustentable
Frente a la crisis actual, es evidente hasta qué
punto las sociedades perdieron el poder de formular políticas
a partir de Estados Nacionales democráticamente constituidos,
trasladándose dicho poder a instituciones económicas
globales que no son ni democráticas ni transparentes. Como
resultado, se aceleró la concentración de riquezas
en pocas manos, ampliando las desigualdades y la exclusión
a nivel mundial, y se avanzó en la destrucción del
patrimonio común de la humanidad, los recursos naturales
del Planeta Tierra. Lo que se debate aquí es la sustentabilidad
de la vida, y no sólo la del sistema.
¿Cómo hacer que la sustentabilidad
natural y social sea una condición indispensable del modo
de organización de la economía? ¿Las alternativas
propuestas son compatibles con el doble objetivo de lucha contra
las desigualdades, inclusión de todos nuestros derechos y
preservación de los recursos naturales? ¿La democracia,
estableciendo la supremacía de todos los derechos humanos
a todas las personas, puede ser una alternativa? ¿Construir
una ciudadanía planetaria y una democracia global es crear
nuevas bases para la economía, con sustentabilidad social
y ambiental? ¿Los grandes conglomerados y el sistema financiero
actual pueden someterse a un ajuste democrático de esta índole?
¿Y de qué manera?
¡El mundo no es una mercancía!
¿Qué alternativas construir?
La enorme crisis actual revela los límites
de la mercantilzación total : además de los bienes
y servicios vendidos y comprados en el mercado, todas las relaciones,
procesos, estructuras, bienes comunes y hasta la naturaleza misma
y la vida son transformados en mercancías. Pero lo más
grave es su autoimagen, el poder de su ideología, que se
presenta como única e inevitable. El predominio de un modo
de pensar mercantil, propio del neoliberalismo, parece dominarlo
todo, tanto la vida material como los corazones y las mentes. Contra
todo eso se rebelan, de formas diversas y contradictorias, múltiples
actores sociales en verdaderas y nuevas coaliciones globales. Movimientos
históricos y jóvenes se unen para decir ¡No,
basta! Este fortalecimiento de los movimientos sociales de carácter
de global, ¿es portador de alternativas para la crisis actual?
¿Cómo implementarlas entonces?
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