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Número 8 Junio 2001

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Promover una cultura de paz

Guerra mundial en los Grandes Lagos
A pesar del genocidio en Rwanda y la masacre probada de millones de personas en la R.D. del Congo, desde hace 10 años, la comunidad internacional se esconde... ¿Porqué? ¿Hasta cuando?

La redacción de Caravana ha decidido publicar las dos entrevistas que se pueden leer en las siguientes páginas, completadas por dos recuadros explicativos del genocidio rwandés y la guerra en la República Democrática del Congo (RDC). ¿Porqué?.

En primer lugar porque estas entrevistas a dos militantes de la paz - J.K. Murhua, director de programas en el Nairobi Peace Initiative-Africa y Juan Carrero Saralegui, presidente de la Fundación S'Olivar y candidato al premio Nobel por la Paz - aportan una valiosa y sincera aclaración de los conflictos que tienen lugar actualmente en el África de los Grandes Lagos. Sus opiniones puede que sorprendan puesto que dan testimonio de hechos desconocidos de esta guerra mortífera. No obstante, a medida que la verdad ve la luz parece evidente que los grandes medios de comunicación internacionales no han estado a la altura de su misión de informar regular y completamente a los ciudadanos sobre este gran drama de la década de los 90.

En segundo lugar, porque la comunidad internacional aún no ha mostrado una voluntad real de actuar a favor de la paz en esta región devastada en la que se cuentan ya más de tres millones de muertos en diez años. Faltó a su deber de impedir el genocidio de Rwanda en 1994, que diezmó las tres cuartas partes de la población tutsi, cuando todos los informes coinciden en que disponía de los medios para hacerlo; y actualmente se muestra impotente para detener una guerra que asola desde hace dos años y medio la RDC, "el mayor campo de batalla de la historia africana, objeto de un conflicto al que ya se ha llamado la "primera guerra mundial de Africa1".

Tal y como lo dice J.K. Murhula, "Esta guerra, es una guerra de jefes. No es una guerra de pueblos". Actualmente, estos jefes incendiarios actúan con total impunidad a pesar de la acumulación de sólidos testimonios que, como mínimo, dan cuenta de sus exacciones y violaciones de los derechos humanos2. Otros aún no han sido juzgados, como en el caso de los genocidas hutus rwandeses, a causa de la lentitud del Tribunal Penal Internacional para Rwanda (TIPR)3, o son asesinados antes de poder responder de sus actos.

La RDC es "posiblemente el territorio más rico del planeta: hay diamantes, petróleo, uranio, oro, mucho agua, tierras fértiles y una vida salvaje maravillosa"4. A ello hay que añadir el coltán, un mineral raro y codiciado que forma parte de la composición de los teléfonos móviles5, así como otros metales raros utilizados en las industrias aeronáuticas y espaciales. "El potencial congoleño puede llenar Africa de gozo" dice alegremente J.K. Murhula, aunque hasta ahora, este maná ha contribuido sobretodo a la desgracia del pueblo congoleño. No podemos dejar de preguntarnos sobre la responsabilidad en este conflicto de las empresas mineras internacionales, sospechosas de financiar estas rebeliones, cuando no de fomentarlas6; de la misma manera que será preciso clarificar el papel jugado por los Estado Unidos, que ya no esconde, tal y como recuerda Juan Carrero, que "Africa nos interesa"7.

Con la firma de los acuerdos de Lusaka en julio 1999 que preveían un alto el fuego controlado por las Naciones Unidas y la retirada de las fuerzas extranjeras de la R.D. del Congo, surgió una luz de esperanza. En abril 2001 llegaron las primeras fuerzas de la ONU, produciéndose un inicio de retirada de las fuerzas rwandesas del este del Congo. No obstante, este primer gesto de la comunidad internacional es muy frágil y limitado para lograr la reinstauración de la paz en RDC, que tiene un territorio tan grande como el de la Unión Europea. Podemos temer que las poblaciones civiles de la región aún deban sufrir durante mucho tiempo las actuaciones de sus líderes irresponsables, confortados por el silencio ensordecedor de las grandes potencias que hasta hoy tan sólo han tenido en cuenta sus intereses inmediatos.

Es de vital importancia un esfuerzo mayor de la comunidad internacional para dar fin a esta "guerra mundial" de África. Este esfuerzo requiere que la verdad, toda la verdad, sobre los acontecimientos que han desolado la región de los Grandes Lagos durante los últimos diez años salga a la luz. Esperamos que la verdad acabe llegando, pues tal y como dice el cantante congolés Koffi Olomidé: "La verdad sube por la escalera, mientras la mentira toma el ascensor".

Es con esta intención que publicamos estas entrevistas, como contribuciones a un debate más que nunca necesario para poder llegar un día a la reconciliación generalizada en el África Central y, de manera más general, de África con el resto del mundo. Caravane no apoya necesariamente las opiniones expresadas en estas dos entrevistas par J.K. Murhula y Juan Carrero; no obstante hemos optado por escuchar estas voces que trabajan por la paz, dejando que se expresen en nuestras páginas.

La redacción


1 "Congo: une guerre mondiale africaine" ("Una guerra mundial africana"), un reportaje del New York Times aparecido en el International Herald Tribune del 7 febrero 2000 y reproducido parcialmente en Le Monde del 6 abril 2000
2 Cf. especialmente "Un rapport de l'ONU accuse Kinshasa et Kigali de 'crimes contre l'humanité'" ("Un informe de la ONU acusa Kinshasa y Kigali de 'crímenes contra la humanidad'"), Le Monde del 2 de julio 1998, así como el informe 2001 de Human Rights Watch que es abrumador para con los gobiernos y la fuerzas rebeldes implicadas en el conflicto congolés.
3 Cf. "Une grave crise", ("Una crisis grave"), Ubutera/Diplomatie Judiciaire, 18 septiembre 2000, así como el derecho de respuesta enviado por el portavoz del TPIR (www.diplomatiejudiciare.com/TPIR)
4 International Herald Tribune, op.cit.
5 Cf. "Congo - le coltan, nouveau nerf de la guerre" ("Congo - el coltan, nuevo nervio de la guerra"), Colette Braeckman, Le Soir, 27 marzo 2001.
6 Cf. "L'enjeu géopolitique des transnationales minières au Congo" ("Los intereses geopolíticos de las transnacionales mineras en el Congo"), Pierre Baracyetse, Dossier de SOS Rwanda-Burundi asbl.
7 "The era of the economic dominion and commercial hegemony of Europe over Africa has ended. Africa interest us" ("La era del dominio económico y la hegemonía comercial de Europa sobre África ha terminado. África nos interesa"), Ronald Brown, secretario americano del comercio, 1996. Como prueba suplementaria, hay que considerar la creación en 1992 del prestigioso Corporate Council on Africa (CCA), que agrupa las principales empresas americanas que operan en África. La primera página del documento de presentación del CCA especifica que el continente africano es el que presenta la mejor tasa de beneficios sobre inversiones. "De acuerdo con las cifras de las Naciones Unidas, las empresas de Estados Unidos han ganado 29% en sus inversiones africanas entre 1990 y 1997, más que en ningún otro continente"

map showing mining companies operating in Congo
Mapa extraído de "L'enjeu géopolitique des transnationales minières au Congo", a report by SOS Rwanda Burundi asbl.
NDLR: Los nombres en verde corresponden a las compañías multinacionales

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El genocidio rwandés de 1994

Dos informes han aportado clarificaciones de una gran crudeza sobre el genocidio rwandés de 1994: el informe de la Organización de la Unidad Africana, "Rwanda: el genocidio que se podía haber evitado", publicado el 7 de julio 2000 (www.oau-oua.org) y el análisis muy serio y completo del Human Rights Watch aparecido en marzo 1999, "Leave none to tell the story" ("Que no quede nadie para explicarlo", www.hrw.org). Este último informe establece que durante las trece semanas posteriores al asesinato del Presidente rwandés Habyarimana el 6 de abril 1994, al menos medio millón de personas fallecieron, lo que corresponde sin ningún lugar a dudas a tres cuartas partes de la población tutsi. Demuestra, igualmente, el carácter deliberado y sistemático del genocidio, planificado por una pequeña elite próxima al Presidente. Esta elite estuvo implicada en la creación del movimiento "hutu Power", constituido en 1993 por una coalición de partidos y milicias para reforzar el poder amenazado por el avance de las tropas del Frente Patriótico Rwandés (FPR) en rebelión desde 1990. Esta estrategia de exacerbación de las divisiones étnicas con finalidad política, conducirá directamente al genocidio.

Este mismo informe también denuncia que el FPR, mayoritariamente tutsi y dirigido por el general Paul Kagame (actualmente presidente de Rwanda), si bien es cierto que puso fin al genocidio en julio 1994, es el responsable de la muerte de decenas de miles de personas (entre 25 000 y 60 000 según las fuentes) entre abril y agosto 1994, incluyendo masacres y ejecuciones. Finalmente, el informe pone en evidencia que las autoridades francesas, belgas, americanas y de las Naciones Unidas estaban todas al corriente, desde enero 1994, de los preparativos de las masacres masivas contra la minoría tutsi; no obstante ello no les impidió retardar su reconocimiento del hecho del genocidio durante las primeras semanas del drama, además de retirar lo esencial de sus tropas en el momento más crucial1.

1 Cf. también el Rapport Carlsson sobre "Las acciones de las Naciones Unidas durante el genocidio rwandés", Naciones Unidas, 15/12/99.

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