Número 6 | Agosto 2000 | ||
Sumario |
l'Alianza en movimiento Para que los encuentros internacionales como el que tuvo lugar en la ONU del 22 al 26 de mayo del 2000 sean algo más que una simple ocasión para hablar de los excluidos de los países pobres y de los países ricos, para decir una vez más que la tierra sufre por el hecho de estar sometida a un sistema generador de injusticias o para permitir que algunos se puedan sentir inmortalizados en la tribuna de las Naciones Unidas por una de las múltiples fotografías, es preciso, como en el combate de David contra Goliath, ser ingeniosos para contrarrestar la fuerza bruta que permite la enorme concentración totalmente legal de las riquezas y de la prosperidad en las arcas de algunos individuos y de algunas corporaciones. El esfuerzo debe dirigirse, no tan solo a la identificación de las causas profundas del marasmo en el que la población mundial se encuentra, sino también hacia la definición de acciones portadoras de cambios reales. A pesar que algunas personas trataron este tema desde el mismo inicio, tal y como quedó patente en la conferencia inaugural por parte de Martin Khor (Third World Network) y que ciertos elementos finalmente hayan sido integrados en la Declaración final, la crítica profunda del sistema capitalista no se llevó a cabo, del mismo modo que tampoco se visualizaron los modos alternativos de organización susceptibles de plantar cara a la dinámica de las corporaciones internacionales. Es urgente proponer una manera de pensar la organización material de nuestras vidas más allá del marco restringido de la llamada ciencia económica. Es urgente superar un modo de pensar esencialmente defensivo, es decir, que se limita a reivindicar la imposición de exigencias en lo que refiere a los derechos humanos y el establecimiento de medidas de compensación y restricciones a las maneras de actuar del sistema dominante de producción. La visión propuesta en la Declaración Final es bella y noble (ver "La visión del Foro del Milenio"), ilustrando la esperanza compartida por un gran número de individuos, así como de su determinación para construir un mundo diferente. No obstante, las soluciones apuntadas, a pesar del interés que representan, ilustran una profunda impotencia para repensar los fundamentos del sistema capitalista que, desde sus inicios, nunca tuvo como objetivo la erradicación de la pobreza y la satisfacción de las necesidades humanas, ni la plena realización de los individuos, las culturas y las tradiciones en toda su diversidad. En el grupo de trabajo sobre la globalización en el que me impliqué de manera particular, así como en otras tribunas, pude constatar la resistencia a cuestionar los fundamentos del neoliberalismo, entre las que destacan el individualismo crónico. Constaté la dificultad de cuestionar la liberalización de los mercados financieros, más allá de la imposición de la tasa Tobin y tuve que escuchar el más absoluto silencio sobre la apropiación privada de los recursos del planeta por parte de algunos, excepto en lo que refiera al material genético y al agua. Durante todas las discusiones reinó un silencio absoluto sobre la concentración de las riquezas en manos de las grandes corporaciones. La única solución apuntada fue la de proponer y hasta imponer un código de conducta que asegurara la implantación de los derechos humanos y el respeto de las diversas convenciones internacionales sobre la protección del medio ambiente. Ninguna evaluación crítica fue realizada entorno al impacto real de estas medidas sobre el poder que poseen las corporaciones de modelar las culturas y las comunidades; de definir lo que posee un valor y lo que no lo posee; de decidir quienes serán escuchados y quienes no -sobretodo quienes no serán escuchadas; de determinar aquellas y aquellos que trabajarán -en que condiciones y con que tecnología; aquellas y aquellos que no tendrán derecho a sobrevivir y, finalmente, imponer de esta manera el modelo con el que pensar el mundo. El discurso crítico se articula fundamentalmente en términos de derechos humanos, buscando la manera de extender su aplicación o amplitud. Frente a la destrucción de las culturas, el genocidio de las poblaciones, el sometimiento de los humanos y la destrucción de nuestros medios de vida, múltiples organizaciones piden la aplicación de derechos ya reconocidos y reclaman nuevos derechos, como el derecho al agua, al aire, al desarrollo económico, a la alimentación y a la vida. Es urgente darse cuenta que se han ido reclamando nuevos derechos a medida que las dimensiones de la vida humana iban siendo modeladas por la lógica productiva económica y fragmentadas en «bienes económicos y privados». «Para el bien de la humanidad. El progreso lo exige», se nos dice. ¿Qué nuevos derechos deberemos reivindicar si los fundamentos mismos del sistema capitalista siguen en pie? Si somos empujados a reivindicar el derecho a vivir, es porqué el tipo de desarrollo económico arraigado en un nuestras sociedades patriarcales a afectado negativamente a la integridad de lo viviente, buscando sacar beneficios de los «recursos» sin preocuparse de los efectos devastadores de las tecnologías y los modos de producción. Bernars Maris, un economista recalcitrante, piensa que la gente está obsesionada por la economía y su discurso abstracto y excesivamente formalizado, cuyos fundamentos son exclusivamente ideológicos. « La economía ejerce sobre la gente la función de terror... La gran fuerza de la economía reside en el hecho de disponer de un nivel de formalización muy elevado, comparable al de la física y a menudo aún más abstracto, pero sin verificación ni experimentación alguna : se trata realmente de pura escolástica. Se puede explicar qualquier cosa ». Este discurso ideológico y los espejismos de sus promesas, impiden que aquellas y aquellos que lo escuchan puedan identificar las pseudoverdades que en él son vehiculadas. Pretender que la actual globalización es un fenómeno inevitable, ventajoso para todo el mundo si sus beneficios se redistribuyen al conjunto de la humanidad, es una gran falacia. Esta globalización, de entrada económica, modela el conjunto de la vida de los seres humanos y de sus pensamientos por el control que ejerce sobre todas las dimensiones de la vida humana. Pensar que el actual sistema capitalista pueda, si es bien gobernado por «We, the peoples», aportar la erradicación de la pobreza, una distribución equitativa de las riquezas, una producción respetuosa con el medio ambiente y el respeto de la diversidad cultural, es una creencia tenaz, pero sobretodo una clara manifestación del encarcelamiento de nuestras mentes, que nos impide de ver la actual «recolonización» del mundo sobre unas bases esencialmente económicas, de cuyos beneficios solo disfrutan unos pocos. Las soluciones habitualmente propuestas se encuentran condicionadas por este marco general de análisis que actualmente se encuentra integrado en nuestras reflexiones cotidianas, que nos impide imaginar que el mundo pueda ser de otra manera y que existen otras soluciones que no sean la mercantilización generalizada de todo aquello que aun hoy día se encuentra fuera del alcance de la apisonadora del pensamiento económico, de sus gestores y de sus beneficiarios. A este respecto, Virginia Rasmussen manifiesta1: «Puesto que hemos crecido en una relación subordinada a las grandes empresas, tenemos dificultades para simplemente imaginar como una población ciudadana responsable analizaría nuestra realidad, que lenguaje utilizaríamos, como podríamos actuar para aportar el cambio. Es difícil para nuestras mentes colonizadas liberarse de nuestra experiencia plantear la democracia real. Tenemos un policia en nuestras cabezas que proviene de los cuarteles generales de las grandes empresas». ¡500 años de capitalismo son suficientes! Esta crítica no pretende de ninguna manera menospreciar la importancia a corto plazo de los esfuerzos desarrollados actualmente para asegurar los derechos y para desarrollar otros nuevos como respuesta a los daños derivados de la globalización. Ahora bien, es importante darse cuenta que la vía legal tan solo tendrá una influencia determinante en la medida que los fundamentos políticos y económicos serán modificados. Dejaré de lado aquí el ámbito político para concentrarme sobre dos perspectivas que pueden ser exploradas en el ámbito económico con el objetivo de construir alternativas al sistema dominante. Un primer esfuerzo debe dirigirse hacia la identificación y comprensión de las nuevas experiencias de organización de la vida material que dan prioridad al respeto de todas las formas de vida, a su diversidad y a la cooperación entre ellas, así como el reconocimiento y la protección de un patrimonio común de la Humanidad. Muchas de estas iniciativas son el fruto de formas culturales híbridas que a veces derivan de la mundialización o son reacciones a los daños provocados por la mundialización, que en ambos casos buscan la manera de asegurar la supervivencia de la población marginada y excluida. Hay múltiples formas de organización social, de experiencias colectivas que son manifestaciones del potencial creador humano y de la determinación de NÚMEROSos grupos de vivir de otro modo, más allá de lo que ofrece y permite el sistema dominante actual. Esta voluntad de vivir de otro modo no es propia tan solo de los pueblos indígenas, contrariamente a lo que se menciona en la Declaración. Esta voluntad de vivir de otro modo también es la de cada vez más personas de las llamadas sociedades desarrolladas que llevan a cabo actos concretos orientados a desarrollar un modo de vida más sano, oponiéndose al consumismo y al despilfarro, buscando también la manera de «ganarse de otro modo la vida», más allá del «trabajo forzado» actual. Reunir la información sobre estas experiencias alternativas no es suficiente, puesto que es preciso construir y desarrollar a partir de éstas un marco de análisis «alternativo» que permita pensar nuestra organización material sobre unas bases realmente sostenibles, respetuosas de las diferencias y de la vida. Es por este motivo que no hablo de economía, para así poner en evidencia el hecho que este marco de análisis debe ser pensado en el seno mismo de la diversidad de culturas y proyectos humanos, en lugar de ser un marco en el que las empresas humanas deben modelarse para poder existir. ¡500 años de capitalismo son suficientes! Es preciso aprovechar la ocasión puesto que el sistema dominante es muy vulnerable, lo que explica las numerosas tentativas orientadas a remodelar sus estructuras. No debemos limitarnos a reivindicar la integración de límites y de derechos para más gente, sino proponer nuevas avenidas a más largo plazo, que de una parte subvertirán el sistema dominante y de otra parte utilizarán los logros para transformarlos en beneficios de todos. 1 Virginia Rasmussen, Globalization and capitalism, Women's International league for Peace and Freedom, http://www.wilpf.int.ch~wilpf/globalization/paper4.htm |