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Número 6 Agosto 2000

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l'Alianza en movimiento
Dicen que Nueva York es su hogar...
Anu Iyer (Nueva York)

Dame tus personas agotadas, tus pobres,
Tus masas apiñadas deseosas de respirar libremente,
Los desechos miserables de tus orillas hormigueantes,
Envíame tus mendigos, tus náufragos:
Yo levanto mi lámpara cerca de la puerta dorada.

Palabras de Emma Lazarus en la Estátua de la Libertad (1886)

drawing of Statue of Liberty, NYCPor ser una de las mayores ciudades globales del mundo, además de una ciudad anglófona, reúne a gente de todo el mundo, tal como pasaría con cualquier ciudad que prometa éxito y riqueza. Pero no es su poder y riqueza lo que la hace interesante. Destaca porque es visiblemente multirracial, multiétnica, multicultural, etc. (Las empresas sacan provecho de esta circunstancia, vendiéndola como una comodidad atractiva y obteniendo de ella pingües beneficios). Varios grupos de personas de diversas partes del mundo han plantado ahí sus tiendas, a veces conservando su manera de vivir, y dicen que Nueva York es su hogar. Rostros de diferentes tipos, diferentes estilos de vida, toda una amalgama de diferencias. En ningún lugar de América pueden verse más rostros de color, una experiencia chocante para muchos turistas, incluidos los turistas americanos.

Nueva York también facilita un hogar y un refugio para todos los americanos no convencionales, para aquellos cuyas vidas no corren paralelas a los modos de pensar y de vivir aceptados. La gente viene aquí porque esta ciudad les brinda la oportunidad de liberarse de todo lo que, en todas partes, ha limitado el crecimiento de cada cual como ser humano. Nueva York es el centro de la actividad artística. Los que buscan algo diferente, algo que se aparte de lo mundano, sin importarles las dificultades que entraña una vida como ésta vienen a Nueva York, porque Nueva York promete hacer realidad esas aspiraciones.

No sería realista hablar tan bien de nueva York sin apuntar algunos datos molestos. El más obvio es el encarecimiento de la vida en Nueva York. ¿Hay alguno de nosotros que realmente pueda permitirse vivir en Manhattan, el distrito donde se desarrolla toda la acción? Incluso en otros barrios, Brooklyn, Queens, los alquileres son cada vez menos asequibles. La gente con ingresos modestos que tuvo la oportunidad de disfrutar y participar de las bondades de la ciudad se halla ahora empujada fuera de la ciudad. El mensaje es claro: o tienes bastante dinero para vivir en la ciudad o vives en el espacio que ocupa una celda o simplemente tienes suerte. Entretanto, ¿quién vive en esta área privilegiada de la ciudad y qué es lo que pasa allí? El aburguesamiento crece y se extiende. Los barrios étnicos más pobres se vuelven limpios como patenas, con restaurantes y cafeterías de primera categoría. Los barrios sórdidos y sucios, la seña de identidad de la vida en Nueva York, se está borrando poco a poco. Se teme que la clase adinerada que se multiplica en Nueva York llegue a homogeneizar la ciudad en su expansión. ¿Y los indigentes? ¿Qué han hecho con ellos? Dicen que viven bajo tierra, literalmente en los túneles del metro abandonados de Nueva York. ¿Quién es el responsable de estos cambios? Nuestro alcalde, que lleva seis años en el poder, que se dejó hábilmente guiar por los actuales valores económicos y políticos. Parece que los pobres tienen menos que pedir a Nueva York.

Como molestas que son, estas pautas han suscitado respuestas contundentes. Los que se consideran políticamente neoyorquinos se están volviendo más activos y conscientes. Los trágicos incidentes resultantes de los excesos de un clima político conservador han unido a varios grupos de personas en la ciudad. Quizás sea esto lo que hace que la ciudad sea tan interesante. La auténtica diversidad garantiza la democracia, si no una democracia perfecta al menos una democracia en la que cualquier punto de vista dominante contará con firmes opositores.

He vivido en Nueva York durante algo más de 10 años. Era mi primera experiencia con una ciudad fuera de la India, la primera de mi vida en el Primer Mundo. Recuerdo muy bien lo desorientada que me sentía hace diez años ante la posibilidad de quedarme en América. Tanto si me quedaba como si me marchaba, se trataba de una decisión muy confusa e importante. Salí a pasear por las calles de Nueva York mientras intentaba tomar una decisión. Lo primero que me chocó, en particular como mujer del tercer mundo, fue que podía pasear por las calles disfrutando de las vistas, a mi ritmo, sin que ningún hombre me molestara. Fue una experiencia liberadora cuyo recuerdo aún saboreo hoy. Me impresionaron mucho todos los tipos de rostro que veía en las calles, unos tipos de rostro que no había visto antes. Era mucho lo que allí sucedía. Sin haberme introducido de lleno en la ciudad, sólo veía lo que pasaba en las calles. La vida activa que se desarrollaba en espacios públicos como las calles, el metro, etc, era un signo de que podías vivir en la ciudad aunque no tuvieras mucho dinero. La gente, las diferentes lenguas que oía, los edificios, los vendedores ambulantes, los espectáculos en la calle, las idas y venidas del metro, los magníficos puentes, las luces de la ciudad llenas de glamour, todo eso me dio un anticipo de lo que podía ser la vida. Podía ser una vida de infinitas posibilidades, y una vida donde podría sentir que soy ciudadana del mundo. Y sí, decidí quedarme en Nueva York. Los diez años que he pasado en Nueva York han corroborado el anticipo que recibí hace varios años. Ahora me considero ciudadana del mundo. No me veo distinta de ninguna de las personas que conozco ni siquiera al constatar nuestras diferencias. Nuestra humanidad nos une seamos de donde seamos.

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© 2000 Alianza para un mundo responsable, plural y solidario. Todos los derechos reservados. Ultima actualizacion, 5 de diciembre de 2000.