Número 5 | Abril 2000 | ||
Sumario |
Taller Yin-Yang Los presupuestos androcéntricos caracterizan todavía hoy en día los trabajos de NÚMEROSos pensadores sin que éstos sean necesariamente conscientes de ello. Según investigaciones feministas, la definición de Hombre, de ser humano, históricamente construida y pensada a partir del género masculino, no abarca la experiencia y la situación específica de las mujeres. La palabra "hombre" ( o "Hombre") no comprende, como se pretende, al hombre y a la mujer, sino tan solo al hombre y a su categoría específica (y en la mayoría de casos a la vivencia de una cierta categoría de hombres). Afirmando explícitamente que la mujer estaría incluida en la palabra "hombre" y asumiendo al igualdad de sexos como un logro, los trabajos de los teólogos, filósofos y científicos contemporáneos siguen excluyendo de hecho a la mujeres, así como la experiencia específica de su reflexión sobre la responsabilidad de los seres humanos en relación al mundo y a la sociedad. Marginación de las mujeres en la reflexión ética Las consecuencias de esta marginación de las mujeres en la reflexión ética son múltiples. En primer lugar todo un ámbito de la experiencia humana está ausente de esta reflexión, que de esta manera se empobrece y pierde parte de su pertinencia. Por otra parte, las cuestiones que emanan de los conflictos específicos vividos por las mujeres son silenciados como si no se tratara de cuestiones importantes que merecen una reflexión global y profunda. Éstas aparecen, entonces, como preocupaciones individuales sin repercusión social. numerosas mujeres con responsabilidades se encuentran, por ejemplo, confrontadas al dilema de tener que probar permanentemente que están a la altura de las tareas que se les confían (al mismo nivel, sino más que el hombre), sin que por ello se adapten siempre a los roles y a las estructuras creadas en una lógica de los hombres. Se sienten impulsadas a repensar la relación con el poder, la organización de las relaciones dentro de las organizaciones, la finalidad del trabajo, al tiempo que inventan otras maneras de compaginar amor y vida profesional, educación de los hijos y carrera. Obligadas a mantenerse en la frontera de dos mundos, entre el universo tradicionalmente femenino y el reservado antaño solamente a los hombres -- mundo en el que las mujeres han entrado desde hace poco tiempo -- deben responder a NÚMEROSos desafíos que merecerían ser pensados en plan colectivo en la medida en que hay en ello verdaderos desafíos éticos. Responsabilidad de las mujeres como actoras Los presupuestos androcéntricos que caracterizan la reflexión ética impiden además que aparezca la responsabilidad específica de las mujeres en tanto que actrices. Según Ina Praetorius, la lectura cristiana de los desafíos propios al campo científico ilustra bastante bien esta carencia que priva a las mujeres de elementos importantes de reflexión sobre su actuar en tanto que mujeres. El progreso derivado de los descubrimientos de las ciencias naturales es saludado por los teólogos en la medida que éste mejora las condiciones de vida. No obstante, en la medida que la vida en la tierra, la integridad de las especies así como la calidad de la vida humana son a menudo amenazadas por lo que se puede realizar a medida que la investigación descubre nuevas posibilidades de intervenir sobre los seres y las cosas, un cierto número de interrogantes sobre la legitimidad de llevar a cabo todo aquello que es posible hacer, se imponen. El desarrollo de las armas atómicas y químicas, así como la manipulación genética aplicada ya ámpliamente en la agricultura y otros campos, para no citar otros casos, muestran que los resultados positivos de los descubrimientos científicos son en gran medida superados por las consecuencias destructoras y desastrosas de su aplicación. Pensadores que desarrollan un perspectiva crítica en las ciencias naturales han demostrado que más allá de su aplicación a todo precio de los descubrimientos científicos, la orientación científica en ella misma deviene problemática en la medida que participa plenamente de una perspectiva instrumentalizadora de la naturaleza. Considerando ésta simplemente como una cosa, un objeto manipulable según las necesidades, convierte del hombre, al científico, en un actor todo poderoso. Orgullo y sed de poder desmesurados, según una lectura teológica de la creación, que insiste sobre el carácter finito de todo hombre y de todo proceso humano: "el hombre no debe ocupar el lugar de Dios, llamado a ser gestor de la creación, debe estar al servicio de la vida y no de la muerte". Después de llevar a cabo un análisis profundo de los textos de NÚMEROSos teólogos, a los que yo tan sólo puedo aludir rápidamente, Ina Praetorius demuestra como esta lectura se encuentra determinada y limitada por los presupuestos androcéntricos, en la medida en que no toma en consideración la participación específica de las mujeres en la elaboración del paradigma de la ciencia que les resulta problemática. Esta lectura silencia, especialmente, la exclusión histórica de las mujeres del ámbito de la investigación en una época en la que, perseguidas y en muchos casos ajusticiadas como peligrosas o amenazadoras durante la persecución de las brujas, eran progresivamente asimiladas, en el plan ideológico, a la naturaleza que debía ser dominada, controlada y sometida. Tampoco permite a las mujeres tomar conciencia de su propia parte de responsabilidad en el desarrollo de una ciencia y una tecnología destructoras e irrespetuosas de los procesos de vida. Esta parte de responsabilidad residiría sobretodo en el hecho que las mujeres habrían alejado sistemáticamente a los hombres de las contingencias de la vida cotidiana a través de sus servicios, sus cuidados, haciéndoles olvidar las múltiples dependencias e interdependencias que constituyen la vida. Su pasividad y consentimiento en relación a un compartir complementario de las tareas que ha permitido a los hombres de vivir y trabajar en un universo "artificial" liberado de los apremios materiales y los lazos afectivos, habría contribuido a crear, en el universo de la investigación, un desconocimiento de los valores inherentes a la protección de la vida. Contribuir activamente a repensar el mundo Los preceptos morales planteados por teólogos del tipo "el hombre debe reconocer que es una criatura limitada" o "el hombre debe reconocer que no es Dios", no pueden interpelar a las mujeres para quienes, por el contrario, sería importante recordar que es esencial de tomar conciencia de la responsabilidad social que ellas tienen en relación a los acontecimientos del mundo y de no malgastar toda su energía en una dedicación ciega al pequeño grupo que les es confiado; de dar los servicios que les son pedidos, sólo cuando han comprobado que éstos no sirven ni sostienen proyectos destructores. Más allá de una lectura que sitúa a las mujeres como víctimas de una exclusión histórica como aparece en los textos contemporáneos, la crítica de los presupuestos androcéntricos en la reflexión ética busca ante todo restituir a la mujeres su responsabilidad. La pasividad, el consentimiento, la adaptación a las reglas de juego concebidas por los hombres en una sociedad patriarcal, son expresión de una alienación funda-mental al mismo nivel que la actitud corolaria que consiste en querer dominar, cosificar, instrumentalizar los seres. Para las mujeres ha llegado el momento de contribuir de manera activa a repensar el mundo, a modificar radicalmente las reglas de juego en vigor introduciendo una perspectiva respetuosa de la vida y de los seres. Considerarse como actoras responsables, salir de los márgenes para tomar lugar en el centro del Universo, constituye una primera etapa hacia este cambio fundamental. Arina van de Kerk (Países Bajos)
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