Número 5 | Abril 2000 | |||
Sumario
|
Para acabar con el patriarcado Seguramente la Historia recogerá que la lucha de las mujeres ha sido la más revolucionaria y la menos violenta del siglo XX. No violenta ya que las mujeres no han recurrido jamás a la violencia para reivindicar sus derechos. Ellas siempre han denunciado y rechazado los fundamentos de la "cultura de la bomba" de esencia patriarcal y, al contrario, se han consagrado a desglorificar el mito de la guerra y la virilidad. Verdaderas artesanas de la paz, son ellas la que, muy a menudo, se encuentran en la vanguardia de los combates por las vida y la defensa de las libertades fundamentales. En este dossier, André Michel, Marlène Tuininga y Lilia Santiago abordan cada uno desde un ángulo diferente el rol esencial de las mujeres en la promoción de la cultura de la paz (ver Ciudadanas Militarmente Incorrectas, Construir la paz y El arte y la cultura al servicio de la paz). Revolucionarias porque ellas han sido y continúan siendo una palanca formidable de cambio y agitación en la organización de nuestras sociedades, de cuya trascendencia ni siquiera llegamos a sospechar. Introducidas de forma rupturista en la esfera pública, dominio de los hombres, las mujeres han perturbado los marcadores identitarios sexuales estrechamente ligados al espacio público o privado. En función de su rol reproductor y doméstico que asumían tradicionalmente (en la esfera privada), ellas han demostrado que están en situación de asumir responsabilidades y funciones identificadas como «masculinas». Este proceso ha generado una crisis profunda de la identidad masculina, divulgada por Elizabeth Badinter (XY. Sobre la identidad masculina, Odile Jacob, Paris, 1992) y uno de los sorprendentes descubrimientos del taller Yin Yang (Nueva Delhi, 1997), etapa fundadora del taller de la Alianza sobre las relaciones Hombre-Mujer (ver artículo). Compartir la dimensión privada y la pública se ha convertido en una cuestión política sensible e incontestable, una necesidad para su liberación; tanto más urgente en cuanto que la precariedad social y económica crece, como lo demuestra la experiencia reciente de trabajo en los barrios populares de Buenos Aires (ver Cómo compartimos varones y mujeres lo público y lo privado). Si gracias a la contracepción, las mujeres han adquirido un mejor control sobre sus vidas y el poder de regular la reproducción de la Humanidad; si ellas toman una parte cada vez más importante en las actividades económicas además del trabajo invisible («no reconocido») que ellas han realizado siempre y si ellas reivindican un poder de decisión igual en el dominio político, ¿Qué queda a los hombres como espacio de existencia en cuanto que hombres? La resistencia se consolida: los hombres escuchan a las mujeres con una «educada indiferencia» y se preparan sin gran convicción, como buenos políticos, a hacerles sitio en las Asambleas Parlamentarias y en los Gobiernos (ver artículo de Alain Lipietz). Pero «las mujeres no quieren repartir el pastel, ellas quieren cambiar la receta». Mientras que ellas no obtengan una verdadera identidad civil que les reconozca un estatus completo de agentes sociales y les otorgue su parte de responsabilidad social (ver artículo de Luce Irigaray); en tanto que ellas sean excluidas de la reflexión ética (ver artículo de Arina van der Kerk); en tanto que su visibilidad se limite a una presencia física y furtiva en la esfera pública; en cuanto que ellas permanezcan como objetos de cambio y consumo en los mass-media (ver artículo de Michèle Dussaut Delorme), las mujeres no tienen ni tendrán jamas el deseo de participar en un sistema establecido y modelado por el orden masculino. Son cada vez más NÚMEROSos los hombres que comparten esta visión y apoyan a las mujeres en su recorrido liberador , porque ellos mismos están preparados para liberarse de la opresión que ejerce el código de conducta machista del modelo patriacal. El nacimiento en Brasil el último 8 de marzo del Movimiento de los Hombres Solidarios (ver artículo) o el actual proceso de creación de la Red Europea de Hombres Pro-feministas surgen para testimoniar este proceso (ver Algunos miembros en el debate Ying Yang). Ellos toman progresivamente consciencia de la importancia de repensar también su identidad a la luz de las transformaciones introducidas por las mujeres en la sociedad : «discriminarse», autocriticarse, confiarse entre hombres, explorar la singularidad de la masculinidad profunda, estas son para Sergio Sinay (see artículo) las vías de acceso al bienestar y a una relación verdadera con el otro sexo en una perfecta aceptación de la diferencia. Por su parte, las mujeres necesitan reapropiarse de su historia, desarrollar la capacidad de expresarse como seres específicos, independientes, responsables e irreductibles ante el hombre. Por el momento, inmersas en la urgencia, ellas están preocupadas por preservar los vínculos con la vida y definirse como sujetos por el simple hecho de pensar, antes que pensar por los otros. La rehabilitación de lo femenino y el redescubrimiento de la masculinidad profunda, es entonces cuando tiene lugar la crítica del orden dominante y la deconstrucción del modelo patriarcal. Es solo a partir de ese momento que el espacio estará liberado para una reconstrucción compartida por los dos sexos. N.L.A. * Animadora del taller Yin Yang masculino-femenino. E-mail: nadialeila@hotmail.com |